Nuestro
cuento comenzó con un “Por ahora”, y eso que se supone que los cuentos siempre
comienzan con un “había una vez”.
Y
digo cuento porque ahí se unieron todos, ricos y pobres, periodistas y
educadores, artistas e intelectuales, estudiantes y profesionales, esperanzas e
intereses.
Se
construiría un país nuevo.
Una
nueva Constitución.
Una
nueva sociedad.
Una
nueva ideología.
Una
nueva manera de gobernar.
Un
nuevo pueblo.
Una
nueva esperanza.
Una
nueva economía.
Una
nueva soberanía.
Y
habría educación
Y
habría salud
Y
habría trabajo
Y
habría seguridad
Y
habría dignidad
Y
habría honestidad
Y
habría soberanía.
Y
habría crecimiento.
Y habría igualdad.
Y
habría reglas justas.
Y
habría apertura.
Y
habría libertades
Y
habría libertad de pensamiento.
Y
habría libertad de expresión.
Y
habría oportunidades para todos por igual.
Y
eso fue todo y todo fue sólo promesas. Pero nuestro cuento todavía no tiene
fin, caemos en un foso en el que no se ha llegado al fondo.
No
hay luz, solo esa terrible mezcla de ingenuidad, credulidad e incultura de un
pueblo amasado a base de golpes, hambre y sangre que cree en voces de brujos
parlanchines veedores de futuros imaginarios y bíblicas frases de los “tiempos
de Dioses perfectos” y “lo último a perderse es la esperanza”; apoltronándose frente
a su futuro a la espera del desenlace feliz.
En
Venezuela se vive una parodia de vida, en donde lo único verdaderamente perdido
es el tiempo de las generaciones de jóvenes que día a día ven como se sigue
sepultando su futuro.
Hasta
que despierten del letargo del cuento y ya no haya más tiempo para ellos.
Y
de ese lodazal nadie saldrá.
Arq.
Víctor Juan Mión
@VMreporte
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