"Lo
otro no existe: … como si, a fin de cuentas, todo hubiera de ser, absoluta y
necesariamente, uno y lo mismo. Pero lo otro no se deja eliminar; subsiste,
persiste; es el hueso duro de roer en que la razón se deja los dientes. Abel
Martín, con fe poética, no menos humana que la fe racional, creía en lo otro,
en "La esencial Heterogeneidad del ser", como si dijéramos en la
incurable otredad que padece lo uno" Antonio Machado
I. Nuevos
Despunta
el día en nada diferente. Lo menos que deja de ser novedad, es la primicia. La
reseña llega a significar la situación del momento, pero para nada la escala de
la escena. Los especialistas reconocen que peor es el remedio que la
enfermedad. El morbo es que no hay quien se muestre de acuerdo al otro. Mientras
la dolencia se populariza en la red, que de social no tiene sino el motete, los
contagiados son tantos y tan dislocados, que la vacuna contra el desconsuelo no
llega hasta los desesperados en la barbarie nacional. El internauta enfermizo
por la prédica del autoritarismo, por la privación de libertad, por el
infortunio de un déspota o por el tanteo de país que debemos intentar, se
pregunta manifiestamente, cómo hacer la diferencia. La otra cara de la moneda
es que el billete no alcanza para nada pues se ha depreciado más que R. Valero.
La polaridad es el fiel de la báscula social y la suspicacia, el del desbalance
emocional; ¿Cuántos linchados hacen falta para entendernos? ¿Cómo digerir la
tirria? ¿Qué solicitamos para que el apretón entre hermanos de sociedad?...
La
anuencia no parece una oferta saludable cuando todos son parlantes encontrados.
Si pedimos interlocutores por qué usar al débil. Es delicado persuadir a las
juventudes a que hagan lo que los doctos no solucionan. La disputa sacará
cuentas y no tendrá curados en las esquinas. La protesta tendrá meta, el muerto
solo un fin. La imagen épica del audaz ultraja la máxima de no juguetear al
héroe si en la práctica no eres tú mismo ¿Habrá alguien más presuntuoso que el
avispado que se encubre tras el sacrificio del otro?...
II. Terceros
Montadas
la muralla. Todos afinando el himno nacional. ¡Afuera la tiranía!, ¡Abajo los
que al honor no se les divisa! ¡S.O.S. Venezuela!, gritan los de ultramar a los
sordos del orbe. La causa sigue viva, pero el baleado no vive para verla. Todos
somos responsables y a muchos les estimula desvelo. El criollo de ultramar
contraría la indiferencia, pero no gasta un dólar en empalmar un vuelo para
advertirla. Siembran la voz de libertad enconchados en un laberinto de destierro
signada por un abismo geográfico que identifica otro dominio y quizá muy poco,
el que dejaron tras la estampida…
Oímos
los truenos en las vías. Los perdigones de piel, las lágrimas lacrimógenas, los
olores a vinagre en el resuello, las residencias como leoneras para mártires.
La PNB, GNB y los colectivos a diestra y siniestra, armados hasta los tuétanos.
Caen desde ambas aceras tirias y troyanas pero nada es tan ajeno como cuando el
pellejo que desaparece es el de otro. Nadie es lo mismo, ninguno lo es. El
único modo que el país no parezca forastero, empieza por asumir que somos
distintos, que todos somos “los otros”…
III. Separados
Desde
el balcón los gritos golpean confusos. Son estrépitos retirados en el tul de
los humos. Varios abuchean injurias, la mayoría de rabia y molestia. Los
atacantes vestidos de verde poluto censuran con antimotines y escopeta.
Despiden como en una feria en la que se dispensan rayos de fuego. Los
colectivos, guapos y apoyados, son el hampa en su máxima locución en complot
con la milicia. Las madres espantadas ruegan a su grupo que se retiren del
tragaluz. De pronto la pausa. El silencio es una membrana ensordecedora. El
proceso va dentro pero la procesión está en la vía. La sangre derramada
asimismo. Distingo en la calle un sujeto diferente, con lagaña y ojeras. Quizás
un muerto futuro, acaso otro futuro muerto.
IV. El Otro
Del
cristal anónimo a la cama. Me arropo con el ardor de la incertidumbre. Sueño en
un despeñadero sin final feliz. El desplome libre. La independencia, en mitad
de la nada, es la manera señalada de ventilarse en el pasaje al abismo. Decido
retirarme del todo y zurcido al compositor de la imaginación, sospecho de
inusitada forma, que desde ahora, ya soy otro.
Marcantonio
Faillace Carreño jueves, 03 de abril de 2014
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