4/14/2014

OTREDAD... escrito por Marcantonio Faillace

"Lo otro no existe: … como si, a fin de cuentas, todo hubiera de ser, absoluta y necesariamente, uno y lo mismo. Pero lo otro no se deja eliminar; subsiste, persiste; es el hueso duro de roer en que la razón se deja los dientes. Abel Martín, con fe poética, no menos humana que la fe racional, creía en lo otro, en "La esencial Heterogeneidad del ser", como si dijéramos en la incurable otredad que padece lo uno"        Antonio Machado

I.      Nuevos
Despunta el día en nada diferente. Lo menos que deja de ser novedad, es la primicia. La reseña llega a significar la situación del momento, pero para nada la escala de la escena. Los especialistas reconocen que peor es el remedio que la enfermedad. El morbo es que no hay quien se muestre de acuerdo al otro. Mientras la dolencia se populariza en la red, que de social no tiene sino el motete, los contagiados son tantos y tan dislocados, que la vacuna contra el desconsuelo no llega hasta los desesperados en la barbarie nacional. El internauta enfermizo por la prédica del autoritarismo, por la privación de libertad, por el infortunio de un déspota o por el tanteo de país que debemos intentar, se pregunta manifiestamente, cómo hacer la diferencia. La otra cara de la moneda es que el billete no alcanza para nada pues se ha depreciado más que R. Valero. La polaridad es el fiel de la báscula social y la suspicacia, el del desbalance emocional; ¿Cuántos linchados hacen falta para entendernos? ¿Cómo digerir la tirria? ¿Qué solicitamos para que el apretón entre hermanos  de sociedad?...
La anuencia no parece una oferta saludable cuando todos son parlantes encontrados. Si pedimos interlocutores por qué usar al débil. Es delicado persuadir a las juventudes a que hagan lo que los doctos no solucionan. La disputa sacará cuentas y no tendrá curados en las esquinas. La protesta tendrá meta, el muerto solo un fin. La imagen épica del audaz ultraja la máxima de no juguetear al héroe si en la práctica no eres tú mismo ¿Habrá alguien más presuntuoso que el avispado que se encubre tras el sacrificio del otro?...
II.    Terceros
Montadas la muralla. Todos afinando el himno nacional. ¡Afuera la tiranía!, ¡Abajo los que al honor no se les divisa! ¡S.O.S. Venezuela!, gritan los de ultramar a los sordos del orbe. La causa sigue viva, pero el baleado no vive para verla. Todos somos responsables y a muchos les estimula desvelo. El criollo de ultramar contraría la indiferencia, pero no gasta un dólar en empalmar un vuelo para advertirla. Siembran la voz de libertad enconchados en un laberinto de destierro signada por un abismo geográfico que identifica otro dominio y quizá muy poco, el que dejaron tras la estampida…
Oímos los truenos en las vías. Los perdigones de piel, las lágrimas lacrimógenas, los olores a vinagre en el resuello, las residencias como leoneras para mártires. La PNB, GNB y los colectivos a diestra y siniestra, armados hasta los tuétanos. Caen desde ambas aceras tirias y troyanas pero nada es tan ajeno como cuando el pellejo que desaparece es el de otro. Nadie es lo mismo, ninguno lo es. El único modo que el país no parezca forastero, empieza por asumir que somos distintos, que todos somos “los otros”…
III.  Separados
Desde el balcón los gritos golpean confusos. Son estrépitos retirados en el tul de los humos. Varios abuchean injurias, la mayoría de rabia y molestia. Los atacantes vestidos de verde poluto censuran con antimotines y escopeta. Despiden como en una feria en la que se dispensan rayos de fuego. Los colectivos, guapos y apoyados, son el hampa en su máxima locución en complot con la milicia. Las madres espantadas ruegan a su grupo que se retiren del tragaluz. De pronto la pausa. El silencio es una membrana ensordecedora. El proceso va dentro pero la procesión está en la vía. La sangre derramada asimismo. Distingo en la calle un sujeto diferente, con lagaña y ojeras. Quizás un muerto futuro, acaso otro futuro muerto.
IV.    El Otro
Del cristal anónimo a la cama. Me arropo con el ardor de la incertidumbre. Sueño en un despeñadero sin final feliz. El desplome libre. La independencia, en mitad de la nada, es la manera señalada de ventilarse en el pasaje al abismo. Decido retirarme del todo y zurcido al compositor de la imaginación, sospecho de inusitada forma, que desde ahora, ya soy otro.


Marcantonio Faillace Carreño jueves, 03 de abril de 2014

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