12/14/2011

LA REVOLUCION MALANDRA… Escrito por Enrique Meléndez

Cuando yo llegué a la Universidad Central de Venezuela, a comienzos de la década de 1970, recién estaba fresco el recuerdo del incidente que se había tenido con Arturo Uslar Pietri. Había sido invitado para una conferencia en la Escuela de Letras, y allí los grupos extremistas lo habían intentado linchar. Es decir, siempre ha habido en la UCV un cierto espíritu de intolerancia; dado el carácter de tierra de nadie de esta institución, a propósito de su autonomía, una especie de oasis de nuestra estructura geopolítica, y resulta paradójico que en esa casa que vence las sombras, como reza su himno, se den casos de vileza extrema, como el que acaba de ocurrir en estos días con la agresión de que fue objeto el señor Diego Arria.
Opinan los foristas
Sólo que ese espíritu de intolerancia no era oficial, como lo es ahora, esto es, no había llegado a las esferas del poder, y de modo que estos actos criminales merecían el castigo a quienes habían sido sus responsables, y nadie de la calle tenía que hacer con esto, y no como ahora que nuestro teniente coronel hasta se permite declarar “digno hijo de la patria” a un tipejo, que ha protagonizado uno de los actos más bochornosos que alumno alguno de esa universidad haya podido llevar a cabo, y es por esto que de la comunidad ucevista, acorralada como se encuentra, no ha quedado sino acuñar la expresión “la revolución malandra”.
Así, enseguida, apareció el peloncito de Avila TV; mucho más malcriado aún que el famoso Kevin Avila; con una irreverencia muy acartonada, puesto que no le es espontánea, sino que proviene de un lavado de cerebro de una sala situacional, y a quien habría que advertirle, como lo hace el famoso personaje de la novela La Montaña Mágica de Thomas Mann, es decir, Septembrini con el personaje principal, que es Hans Casptor, y quien en un momento determinado intenta abusar de la confianza entre ambos, al comenzar a tutearlo:

-Joven, le agradezco que me trate con el segunda persona del plural, que es como se trata la gente civilizada en Occidente.

He allí una de las reglas básicas del malandro: irrespetar el debido tratamiento que se merecen las personas; habida cuenta del afán igualitarista que lo embriaga; lo que Vallenilla Lanz conocía como el igualitarismo hacia abajo, y que cuando alcanza alguna forma de poder va hasta la ruindad; que es cuando se pierde toda forma de espíritu misericordioso. Lo que en otros términos se conoce como no tener paz con la miseria. ¿Malcriado? El tipejo casi se poner a llorar en su show porque el señor Arria no le había querido responder, cuando le cayó encima en plan de mamadera de gallo, como acostumbra este peloncito de Avila-TV, con cámara y micrófono, con motivo de lo que le había pasado.
Eso hay que reconocerlo: hay mucha mediocridad en el ambiente universitario, y eso se comprueba en el comportamiento que se observa de algunas personas en los actos públicos; como los que se hacen en el Aula Magna o en cualquier otra aula de esta casa de estudios, a raíz de la invitación que se le ha cursado a una eminencia de determinada ciencia o arte, y de modo que a más de uno se le sale una muchachada de muy mal gusto en su debida presentación en estos escenarios.
Así como Goethe dice que si el ojo no fuera familia del sol, cómo pudiéramos ver su luz, así no seríamos nosotros si de pronto no sale un descarriado, con esa visión de que está en la tierra de nadie, y descarga todo su resentimiento social irrespetando con un grito espontáneo a la autoridad presente allí, como cuando ocurrió en una ocasión en que se celebraban los treinta años del Orfeón de la UCV, en un acto muy ceremonioso, y en la parte de la entrega de placas y medallas, un gracioso manifestó:

-¡Que cante el rector Nery!

-Aquí –le respondió el orfeonista Jesús Sevillano- estamos celebrando los treinta años del orfeón universitario. No estamos en un acto político.
Recuerdo que la izquierda radical un día se entrometió en un concierto de Joan Manuel Serrat en esa misma Aula Magna; obligó al cantante a interrumpir el repertorio, y lanzó una proclama política: dirigentes estudiantiles de la época; muchos de ellos hoy en día amigos del gobierno, otros le hacen oposición. Pero era una dirigencia que andaba desarmada, como sí es el caso del envalentado Kevin Avila, ni andaban escoltados por hordas armadas de motorizados; armas que van desde granadas, hasta pistolas de alta potencia. ¿Qué hace Hugo Chávez con el dinero de los venezolanos, aparte de dárselo a su íntimo amigo Fidel Castro? Financiar estos grupos de facinerosos. Me consta incluso que al final Serrat felicitó a aquel osado grupo de jóvenes, que se había permitido interrumpir su presentación, y hasta les manifestó envidia por su valor.
Otro de los recuerdos que me llegan de esa propia Aula Magna; uno de los lugares más exquisitos de Caracas; pero donde nuestro yo salvaje no deja de manifestarse, producto de prejuicios y resentimientos ancestrales de nuestro imaginario, como hacía ver atrás, fue el acto velatorio de los restos del dirigente de la Liga Socialista, Jorge Rodríguez, que se llevó a cabo allí; que es lo que más me duele en las presentes circunstancias; cuando su hijo se ha prestado para la peor de las infamias que se ha podido cometer contra nuestra alma mater, como es el hecho de haber condecorado a la “joya” del Kevin, en premio de haber protagonizado ese acto bochornoso, que mencioné al principio; en un derroche, no sólo de arrogancia, que es otros de los principios básicos de la revolución malandra, sino también de completa impunidad; en efecto, la misma impunidad con la que actuaban quienes torturaban a su padre la noche que falleció; sólo que a aquéllos no se la perdonaron, mientras que éste la condecora.

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