12/08/2011

NOS ESTAN MATANDO… Escrito por Vicente Díaz

Viernes 25 de noviembre, 12 de la noche, la señora Emilia Iguaran Usariyu duerme en su chinchorro en las afueras de su casa.
La señora Emilia tiene 102 años. Nació con el estreno de la dictadura de Gómez. Apenas seis años atrás la humanidad había alzado vuelo por vez primera. Durante su vida se han producido  la Guerra Civil española, dos Guerras Mundiales, la revolución rusa, la china, el auge y caída del nazismo y del comunismo, el asesinato de Kennedy y de Luther King, la dictadura de Pérez Jiménez, el Mayo Francés, la invención de la televisión, de la computadora, la llegada a la luna, el asalto al cuartel Moncada, el nacimiento de la democracia en Venezuela, la destrucción de las torres gemelas, la aparición del chavismo.
La señora Emilia es madre de seis hijos. Tiene más de un centenar de nietos, bisnietos y tataranietos. Duerme plácidamente. Una bala asesina destroza sus incansables riñones y acaba con su vida. Dos hampones que atracaban a una de sus nietas disparan a mansalva y la asesinan. La señora Emilia tenía el derecho de morir en paz. Se lo había ganado. El hampa enseñoreada en las calles del país transmutó ese derecho en tragedia.
Enrique maneja por la avenida Bolívar de Caracas. Es mediodía. Tráfico infernal, normal. Violentas golpes a su ventanilla le disparan la adrenalina, sacándolo de su modorra. Un motorizado golpea con la cacha de la pistola, le exige que baje el vidrio. De parrillero, un niño; no más de doce años. El delincuente le pide la plata, el reloj y el celular. Sin oponer resistencia, ya con el entrenamiento indispensable para sobrevivir en Caracas, Enrique obedece al hampón. Este, con el botin asegurado, se voltea y entregándole la pistola al niño-parrillero lo conmina a dispararle a Enrique. El niño duda, el arma tiembla. Enrique aterrado sólo atina a pensar en su bebe de sólo dos años, y en su mamá, que se morirá de pena. El aprendiz de hampón no jala el gatillo. El malandro le golpea y  presiona para que mate a Enrique. El aprendiz llora mientras la pistola es abanicada por esa mezcla de miedo con deseo de pasar la prueba para entrar a la banda. Triunfa el miedo. El niño se derrumba. El hampón arranca la moto insultando al carajito. Enrique volvió a nacer. Era su día de suerte.
Es la vida real.
Sesenta asesinados en una semana es una estadística monstruosa. Son sesenta señoras Emilias. Son miles de señoras Emilias. Decenas de miles de señoras Emilias. Y detrás de la muerte de la señora Emilia hay un aprendiz que si pasó la prueba, que asesinó a un Enrique, que se graduó de criminal.
Las estadísticas son escalofriantes pero cada número tiene una cara, una vida, una historia.
Como indigna la muerte de la señora Emilia, como indigna que no haya una Gran Misión Seguridad, como indigna que se diga que lo que hay es una sensación de inseguridad inducida  por los medios.
En mi familia todos hemos sido atracados, sin excepción.
La sensación de inseguridad no nos la creó Globovisión sino el frio cañón de una pistola.
Convenzan a los centenares de descendientes de la señora Emilia que la inseguridad es una sensación.

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